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Pon un Chicote en tu empresa

Actualizado el 12 de noviembre de 2021

4 minutos de lectura

Por Estefanía

Diferencias entre socios, carencia en conocimientos de gestión, baja motivación o una ausencia total de compromiso. Son muchos los problemas a los que se enfrentan muchos emprendedores que se ven incapaces de hacer despegar su negocio… y la televisión está aquí para solucionarlo.

Son muchos también los programas de coaching para empresas que han surgido en los últimos tiempos, pero si uno de ellos ha calado especialmente entre el público es la adaptación española de “Pesadilla en la Cocina”, a cargo del chef madrileño Alberto Chicote.

Chicote no es precisamente un coach permisivo o amable. Exigente, duro, comprometido, se ha forjado en los fogones más exclusivos de media Europa. Evidentemente, el nivel de exigencia para un pequeño negocio ha de ser menor… ¿o no?

La excelencia, la calidad y el compromiso son elementos clave para el éxito de cualquier empresa, independientemente de su tamaño o de los recursos de los que pueda disponer. Ya sea un restaurante, una pequeña tienda o cualquier proveedor de servicios, son necesarias ciertas aptitudes (y actitudes) para dar un impulso definitivo al negocio que sea capaz de convertir en beneficio el esfuerzo, la ilusión, el tiempo y la inversión.

Entrando de nuevo en las cocinas de Chicote, y dejando de lado la guionización de ciertas situaciones pensadas para darle al televidente ese punto de dramatismo tan necesario en televisión, “Pesadilla en la cocina” aborda temas universales que cualquier emprendedor debe plantarse a la hora evaluar por qué no funciona su negocio.

Diversificar o especializarse

Cartas inmensas, poca coherencia y menor capacidad de ejecución. Algo común a muchos restaurantes es la tendencia a ofrecer un gran número de platos diferentes a los comensales. Este tipo de menús son completamente inoperativos para pequeños negocios, obligan (en caso de hacerlo bien) a tener demasiada materia prima fresca a diario, los procesos de elaboración se complican y es difícil ofrecer un servicio rápido y satisfactorio.

Igual que en un restaurante, si nuestra “carta de servicios y/o productos” es inabarcable para nuestra capacidad de producción o atención al cliente, la calidad del servicio disminuirá considerablemente. En muchos casos, lo más recomendable es elegir aquellos productos y/o servicios en los que nos sentimos más cómodos y que nos permiten desplegar toda nuestra maestría. La especialización es, además, el mejor camino hacia la distinción y la originalidad, uno de los pocos recursos que a día de hoy pueden reportarnos una verdadera ventaja competitiva.

Zapatero a tus zapatos y cocinero a tu cocina.

Algunas de las cocinas que han puesto a prueba los nervios de Chicote estaban habitadas por cocineros que debían atender la barra, camareros que se extralimitan en sus funciones y pasmarotes que apenas sabían cantar una comanda.

Determinar las funciones y responsabilidades de cada empleado, socio o cualquier otro participante dentro de la estructura productiva y admistrativa de la empresa es fundamental. Sin dejar de lado la flexibilidad necesaria para atender una demanda puntual o una situación extraordinaria, la correcta delimitación de funciones y la jerarquización de la autoridad son fundamentales, ya que sólo de esta forma se pueden optimizar los procesos productivos. Cada persona ha de conocer cuál es su función, cómo debe actuar y qué debe esperar de los otros.

Es por ello que ni los dueños obsesivos que apenas saben delegar funciones ni aquellos que confían en lo Divino para que el negocio funcione por sí mismo ayudan a ésto.

Nuestros empleados, ¿están correctamente cualificados?

Las cocinas de muchos restaurantes, entre ellos aquéllos que han sido rescatados por el chef Madrileño, están plagadas de escritores que hacen cenas de amigos en sus ratos libres, hacendosas amas de casa que “echan una mano” y camareros aspirantes a actor.

Si no podemos fichar a los mejores, fichemos a profesionales en su campo. Y si éstos son aprendices, formémosles, digámosles lo que esperamos de ellos e impliquémonos en su trabajo. De la misma forma que no dejaríamos nuestra salud en manos de alguien aficionado a las plantas medicinales, tampoco deberíamos dejar nuestras cocinas o cualquier otro departamento de importancia en nuestro negocio o empresa en manos de amateurs.

Socios, diferentes y con diferencias

El mundo de los socios suele ser muchas veces un mundo ajeno a la realidad del negocio. Uno de los últimos capítulos de pesadilla en la cocina nos narraba cómo los 3 socios del establecimiento pasaban del insulto al vacile, de los gritos al pasotismo (con el local lleno de gente) en apenas minutos.

Igualmente, en el capítulo que abrió la serie, el matrimonio dueño del establecimiento solucionaba sus diferencias profesionales y vitales en la barra o a gritos entre la cocina y el salón. Pero aquí ya entramos en otro tipo de relación, la de las empresas familiares (y que no entraré a tratar en post).

No obstante, y dejando a un lado la absoluta falta de educación y saber estar de algunos de los personajes aquí mencionados, las diferencias entre los socios son, en muchas empresas, el pan de cada día y uno de los motivos de fracaso de la misma. Si bien es cierto que contar con diferentes opiniones o formas de pensar ayuda a abrir la perspectiva y encontrar nuevas vías de negocio, estar de acuerdo en lo fundamental es clave para la supervivencia.

Un socio no tiene por qué ser un amigo del alma, pero sí tiene que ser una persona de confianza, la persona que también tiene entre manos tu negocio y el dinero que has invertido, por lo que la comunicación, el entendimiento y la tendencia hacia el consenso son la única forma de solventar cualquier obstáculo en el ya de por sí difícil mundo del emprendimiento.

Pero la cuestión más importante está aún por llegar: ¿Qué puede hacer Chicote por mi negocio? Si no tienes un restaurante y estás dispuesto a exponer tus trapos sucios públicamente, parece que poco, pero sólo en principio. Lo qué sí está a nuestro alcance es ver más allá del espectáculo y aprender de los errores ajenos (y de los propios).

Quizá no sea tan importante el tener un ratón muerto en el fregaplatos o la cocina llena de insectos (que lo es), como aprender que el compromiso, la voluntad para hacer las cosas bien y la capacidad para tomar el control son aptitudes (y actitudes) al alcance de cualquiera.

 

 

 

Estefanía

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