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Morosos profesionales: qué hacer ante los impagos continuados
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Morosos profesionales: qué hacer ante los impagos continuados

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Actualizado el 27 de febrero de 2025

3 minutos de lectura

Por Juan

Desde hace aproximadamente cinco o seis años, en los despachos de detectives privados ha venido produciéndose de forma gradual un cambio en las cuestiones planteadas por nuestros clientes, un cambio que el lector comprenderá enseguida sin necesidad de mayores explicaciones: la proliferación de morosos profesionales.

Una figura que, pese a haber existido siempre, no era tan común años atrás, cuando la situación económica de nuestro país era diferente. Sin embargo, desde hace unos años, una de las consultas recurrentes versa sobre cómo puede resolverse el reclamo de deudas pendientes de cobro, ya sea por facturas no abonadas, contratos incumplidos, etc…

Más allá de aquellos casos en que el impago se produce por una disconformidad más o menos admitida en el servicio prestado o los casos en los que es debido a una quiebra real y verificada, estas consultas se refieren al caso de los “morosos profesionales”,

¿Quiénes son los morosos profesionales?

Normalmente, se trata de empresarios o particulares quienes, mediante técnicas de ingeniería financiera más o menos sofisticada, producen continuados impagos a sus proveedores, causando un grave perjuicio tanto al empresario afectado como al tejido comercial en general.

Son muchas las formas de que tal situación se produzca: todos conocemos casos en los que diversos cargos y personajes más o menos públicos han tenido que rendir cuentas a la justicia por blanqueo de capitales y alzamiento de bienes (ocultación o enajenación de bienes con el fin de evitar embargos o pagos a deudores).

No es un problema, no obstante, que se dé en exclusiva en las élites económicas de nuestro país: quizás es lógico pensar que las técnicas de ingeniaría financiera y ocultación de bienes más modernas están al alcance de los empresarios más adinerados, pero el de los “morosos profesionales” es una figura más que habitual en el entorno de cualquier empresario, grande o pequeño.

Reto ahora mismo al estimado lector a que haga una pausa y sitúe en su mente a alguien que corresponda a tal perfil. Lamentablemente, la respuesta será positiva en el 99% de los casos y, es más, probablemente usted esté cansado de oírle decir lo mal que le van los negocios mientras cena en restaurantes de 300€ el cubierto.

¿Cómo defender mi negocio de los morosos profesionales?

¿Existe alguna posibilidad de defender los intereses propios y legítimos ante el moroso profesional? Por supuesto, siempre existe posibilidad. Lo habitual (y recomendable: siempre debe empezarse por ahí) es la contratación de un despacho jurídico especializado en economía, que contando con los conocimientos y experiencia suficientes pueda determinar la estrategia a seguir en cada caso particular.

Pero los conocimientos del abogado no siempre son suficientes dado que precisamente, la documentación “oficial” de la entidad o persona deudora apunta siempre hacia la posición de aquel, es decir, la falta de bienes para afrontar las deudas. Es entonces cuando puede ser interesante plantearse vías alternativas, como los servicios de un detective privado que acredite la realidad de las circunstancias manifestadas por la parte deudora y demuestre no solo una realidad económica diferente a la expuesta, si no también una voluntad de ocultación de bienes y de no afrontar las deudas requeridas.

Pero, ¿en qué consisten concretamente estas pruebas? Cada caso es particular, pero en líneas generales, podemos afirmar que los métodos más utilizados son la utilización de familiares como testaferros tanto en propiedades como en negocios, el desvío de capital al extranjero o, sencillamente, cosas tan habituales como facturar casi todo el trabajo realizado en B o tener un domicilio real diferente al oficial, de forma que nunca lleguen las notificaciones enviadas.

Lo ideal, lógicamente, es ser lo suficientemente  previsor y perspicaz para prevenir la morosidad, pero no siempre es posible y, tarde o temprano, todos somos susceptibles de acabar sufriendo el mismo problema. Cuando ya se ha producido el impago, también hay soluciones. Lo peor, no le quepa duda, será no hacer nada: por el daño sufrido y por la sensación de victoria e impunidad que acompañará al deudor en sus futuros impagos a terceros.

Imagen | FreeDigitalPhotos

Juan

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