Emprender un negocio es una de las decisiones más importantes que una persona puede tomar en su vida profesional.
Una de las primeras dudas que aparecen es la forma jurídica más adecuada para empezar: ¿conviene darse de alta como autónomo o crear una sociedad?
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La respuesta no es fácil, ya que depende de la naturaleza de la actividad, del volumen esperado de ingresos, del riesgo asumido y de la proyección de crecimiento.
Por eso queremos analizar, de manera sencilla y clara, los factores más relevantes a la hora de decidir entre ser autónomo o constituir una sociedad.
¿Actividad en solitario o asociado?
El primer aspecto a considerar es si vas a emprender en solitario o con otras personas.
- Si vas a trabajar solo, lo más habitual es empezar como autónomo. El trámite es sencillo, rápido y no requiere apenas inversión inicial. En pocos días puedes estar facturando legalmente.
- Si lo harás con socios, la sociedad se convierte en una opción natural. Una sociedad permite reflejar por escrito cómo se reparten los beneficios, qué aportaciones realiza cada persona y cómo se toman las decisiones. Además, en caso de que haya desacuerdos, el contrato social actúa como referencia legal.
Por tanto, si el proyecto es personal y no necesita grandes inversiones, empezar como autónomo suele ser lo más práctico.
En cambio, si es un emprendimiento colectivo o con ambiciones de mayor escala, una sociedad ofrece un marco más sólido.
Los costes administrativos, notariales y fiscales a tener en cuenta
Los costes de inicio son muy diferentes según la figura que elijas:
Autónomo
- Alta en Hacienda y en la Seguridad Social (sin coste administrativo).
- No es necesario acudir al notario.
- Los gastos iniciales se reducen prácticamente a la cuota de autónomo.
Sociedad
- Requiere una escritura pública ante notario, cuyo coste suele rondar entre 300 y 600 euros, dependiendo de la complejidad.
- Inscripción en el Registro Mercantil.
- Aportación de un capital mínimo de 3.000 euros en el caso de una Sociedad Limitada (SL), aunque ese dinero puede destinarse a gastos de la empresa una vez constituida. No obstante, con la Ley Crea y Crece se puede constituir con un capital mínimo de 1 euro, aunque se acabarán exigiendo los 3.000 euros en última instancia (régimen transitorio).
- Honorarios de gestoría más elevados, ya que la contabilidad de una sociedad es más compleja y debe ajustarse al Plan General Contable.
Y en el día a día, la carga fiscal también varía:
- El autónomo tributa por IRPF en su Declaración de la Renta.
- La sociedad tributa por el Impuesto de Sociedades, además de practicar retenciones a los socios que cobren nómina o dividendos.
Esto significa que el autónomo gestiona trámites más simples, mientras que la sociedad implica mayor burocracia y costes recurrentes.
Bonificaciones en la cuota
Un aspecto importante es la cuota de la Seguridad Social:
- Autónomo: existe la tarifa plana de 80 euros para nuevos autónomos, que reduce significativamente la cuota durante los primeros meses. Actualmente, en los primeros 12 meses puede aplicarse una cuota reducida si los ingresos netos no superan el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Además, existen otras bonificaciones para menores de 30 años, mujeres reincorporadas tras la maternidad o personas con discapacidad.
- Sociedad: los administradores de una sociedad que tengan control efectivo sobre la misma deben darse de alta como autónomos societarios. En este caso, la cuota mínima es superior a la de un autónomo persona física y no siempre pueden acogerse a las mismas bonificaciones que un autónomo individual.
Esto supone que, en términos de ahorro en Seguridad Social, comenzar como autónomo suele ser más beneficioso, sobre todo en la fase inicial del negocio.
Autónomo o sociedad: el factor rendimiento neto
El rendimiento neto esperado es, probablemente, el punto de inflexión en esta decisión:
- Autónomo: tributa en el IRPF con un sistema progresivo, es decir, cuanto más gana, mayor porcentaje paga. Esto es justo, pero llega un momento en que la carga fiscal se dispara.
- Sociedad: tributa a un tipo fijo en el Impuesto de Sociedades (actualmente un 25 % con posibles reducciones iniciales para nuevas sociedades). A partir de cierto nivel de beneficios, la tributación societaria resulta más favorable.
De forma orientativa, si los beneficios anuales no superan los 40.000–50.000 euros, suele ser más rentable seguir como autónomo.
A partir de ahí, una sociedad puede optimizar mejor los impuestos, sobre todo si los beneficios no se retiran en su totalidad y se reinvierten en la empresa.
Responsabilidad del patrimonio: quién responde ante las deudas
Este es otro punto que hay que tener en cuenta:
- Autónomo: responde con todo su patrimonio personal ante las deudas del negocio. Esto incluye bienes presentes y futuros, salvo la vivienda habitual en ciertos supuestos, aunque la protección no siempre es total.
- Sociedad: en principio, responde únicamente con el capital aportado. El patrimonio personal de los socios queda protegido, salvo que se demuestre negligencia o mala praxis.
Esto significa que la sociedad ofrece un escudo de responsabilidad que puede ser determinante si el proyecto implica inversiones importantes, contratación de personal o relaciones con grandes proveedores.
Mientras que para actividades de bajo riesgo ser autónomo sigue siendo una opción válida.
Obtención de liquidez: cómo cobrar por tu trabajo
Por último, conviene analizar cómo se perciben los ingresos:
- Autónomo: emite facturas directamente a sus clientes. Lo que cobra, descontando gastos y cuotas, es ingreso neto para él. La gestión es simple y directa.
- Sociedad: los ingresos llegan primero a la cuenta de la empresa. El socio que trabaje en ella puede cobrar de dos formas: 1) Mediante nómina, con su correspondiente retención de IRPF y cotización a la Seguridad Social; 2) A través de dividendos, que tributan en la Declaración de la Renta del socio.
En la práctica, esto hace que el autónomo disponga de liquidez de forma más inmediata, mientras que el socio de una empresa debe planificar mejor cómo y cuándo extraer sus beneficios.
Como has podido comprobar, decidir entre ser autónomo o sociedad no tiene una respuesta universal. Cada caso es distinto y debe evaluarse con calma
Si buscas sencillez, menor burocracia y estás empezando en solitario, lo lógico es arrancar como autónomo.
Si tu proyecto implica socios, inversiones mayores o un volumen de ingresos alto, crear una sociedad te dará ventajas fiscales y de protección patrimonial.
Lo importante es recordar que ninguna decisión es irreversible.
Puedes empezar como autónomo para probar tu idea y, si el negocio crece, transformarte en sociedad más adelante.
Lo esencial es dar el primer paso con la forma que mejor se adapte a tu situación actual y tus expectativas de futuro.