Por primera vez desde el inicio de la crisis, hace algo más de 5 años, el balance de creación de empresas en España se torna positivo. ¿Qué quiere decir esto? Que, en el último lustro, es la primera vez que se crean más empresas de las que se destruyen.
Si bien es cierto que en los últimos meses una de las frases más repetidas en nuestro país ha sido la de «En España se crean muchas empresas, pero la mayoría cierran antes de arrancar», los últimos datos ofrecidos por la Seguridad Social arrojan un rayo de esperanza sobre esta afirmación: durante el mes de Noviembre de 2013 el número de empresas con código de cuenta de cotización aumentó un 0,51%.
Un tímido incremento que, sin embargo, es significativo de una tendencia que lleva fraguándose desde la pasada primavera, cuanto la tasa negativa de creación de empresas pasó de un 5% a finales de 2012 a un 2% en el mes de abril, según datos ofrecidos por Europa Press. Un dato positivo que va de la mano con los últimos datos de empleo conocidos y que culminaron con un descenso del paro en Diciembre superior a las 107.000 personas.
Quizá las últimas medidas del Gobierno para reactivar la creación de empresas hayan comenzado a dar sus frutos. No obstante, y pese a éstos primeros indicios de recuperación económica, no conviene dejarse llevar por un excesivo optimismo. De hecho, según el Banco Mundial, España se encuentra en el país 142 de 189 en facilidad para la creación de empresas, con una caída de 8 puestos en solo un año.
Creación de empresas vs consolidación empresarial
Sin embargo, la verdadera problemática no debe situarse tanto en las facilidades para poner en marcha una empresa, algo que se ha intentado atajar desde el Gobierno con herramientas como «Emprende en 3» o la Sociedad Limitada de Formación Sucesiva, sino las dificultades a las que día a día han de enfrentarse microempresas y emprendedores y que amenazan su continuidad.
Los problemas de financiación y el bloqueo del crédito, el aumento de la morosidad, el estancamiento del consumo, el bajo nivel de desarrollo tecnológico o los poco efectivos incentivos fiscales y a la contratación que se han diseñado hasta ahora lastran la competitividad de las empresas españolas, cuyo verdadero reto no es el de iniciar su actividad, si no el de ser capaces de consolidarla en el tiempo.
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